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miércoles, 9 de enero de 2013

sometimes "accidents" are not that bad ❤




Leela se convirtió en madre y Tiger en un buen padre. 
No tenía idea de que los machos tuvieran participación en esto de la paternidad, creí que el instinto de cuidado era solo de la madre por tener que hacer toda la tarea, pero desde el primer día el dormía en la puerta del cuarto donde estaba Leela con los cachorros como cuidándolos y mientras los demás salían a jugar afuera el se quedaba adentro lo más cerca posible de ellos. 
Un día encontré a Leela dándoles de mamar en su nidito que le preparamos y Tiger estaba sentado adentro del nidito con ellos! 
Hoy que ya tienen un poco más de un mes, Tiger lame a sus hijitos y los cuida si otro se les acerca. Un padre  ejemplar :)

Cuando descubrimos que Leela había quedado preñada me sentí horrible, culpable por no haberla llegado a castrar a tiempo. 
Yo quería castrarla antes de su segundo celo y se nos fue de las manos. Tardé un tiempito en dejar de sentirme mal por ella, por hacerla pasar por todo eso y también por saber que ya hay bastantes perros abandonados como para traer más al mundo.
A pesar de eso, participar del parto fue una experiencia que jamás voy a olvidar.

Leela estaba a punto de explotar, yo sabía que no iba a pasar de esa noche y dormí mal, me despertaba todo el tiempo porque sentía su inquietud. 
Poco antes del amanecer del 27/11/12 comenzó el trabajo de parto y con la aurora llegó el primer cachorro.
Le habíamos puesto una frazada en el piso en nuestro cuarto para que pariera ahí con nosotros. Dejamos a los demás perros afuera para que la molesten y esté tranquila, pero después de dar a luz al primero ella seguía muy inquieta y se iba de la frazada buscando nido en otro lado e ignorando al cachorro. Sentí miedo. Miedo de que su instinto maternal no funcionara o algo así y los cachorros salieran perjudicados, pero la naturaleza es sabia. 
Me di cuenta de que ella no estaba cómoda con el lugar que le elegimos, que tenía que elegir ella y yo sabía que el mejor lugar era sobre nuestra cama, donde ella dormía cuando era una bebé. Entonces sacamos las sábanas y llenamos todo de toallas y frazadas ensuciables y la subimos. Su actitud cambió radicalmente y comenzó a parir al resto de la camada con intervalos de más o menos cuarenta minutos. Enseguida que la subimos a la cama comenzó a ocuparse del primer cachorro, se notaba más tranquila. Agradezco que hayamos estado en casa y haber podido ayudarla porque un cachorro quedó un poco trancado y de no haber estado no sé que hubiera pasado. Agradezco que Diego haya tenido los huevos de ayudarla a parir y tocar esas criaturitas tan sensibles, yo no me animaba a tocar, estaba un poco más paralizada y el fue más práctico.
Leela confía en nosotros plenamente y esta experiencia lo demostró y nos unió más a ella que ya era tremenda malcriada que duerme en la cama.
A eso de las once de la mañana y ya con el quinto cachorro nacido estábamos exhaustos. Creyendo que ya estaba finalizado el asunto la llevamos con sus crías al cuarto contiguo para que esté con ellos y nosotros poder descansar. Era un cansancio extremo el que sentía creo que de los nervios que pasé y el temor a que algo saliera mal, así que cerré los ojos y me dormí al instante. 
Habrá pasado una hora y media y siento que Diego me habla diciendo que escuchó a Leela, que la vaya a ver. Me levanto como ebria del cansancio, voy al cuarto a verlos y cuando cuento a los cachorros... sorpresa, había seis! La pobre había parido uno más entonces le grito a Diego para que venga y en eso vemos que empieza a nacer otro! Los últimos dos un poco más débiles, teníamos que ayudarlos y ponerlos en la teta para que tomaran.
Persistía el miedo de que ella rechazara alguno por débil, pero con nuestra ayuda anduvo todo perfecto y hoy son siete cachorros sanos y fuertes.

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