Como era de esperarse la llegada de Leela despertó celos y sobre todo en Akira.
Akira era la pequeña de la casa, la mimada y ahora alguien llegó a "ocupar su lugar".
Ella tiene complejo de hija única, es la típica perrita que debería vivir con una vieja sola para que le cumplan todos sus caprichos y ser la única que reciba mimos, en otras palabras ser la reina de la casa.
No tolera que le hagamos mimos a Leela, cuando eso sucede ella se va para abajo de la cama y empieza a gruñir como loca psiquiatrica, como gremlin diabólico.
Esa cosita tan dulce de pronto pasa a ser un ser endemoniado que balbucea unos gruñidos tan extraños como en las películas cuando la persona poseída habla en un idioma antiguo desconocido.
Pobre Aki, está bastante estresada con la situación pero se pasa de rosca y dramatiza todo. Cuando salimos con las tres si Leela la agita para jugar y la mordisquea pega unos gritos histéricos mezclados con gruñidos (entre víctima y mala) que hace que te den ganas de patearla hasta la luna.
Leela por suerte no entiende mucho la forma de actuar de Akira, la mira torciendo la cabeza y no sigue la pelea porque ella es super inocente y no tiene intenciones negativas, solo quiere jugar.
Otra cosa que hace Akira que me enferma es que cuando estamos en la calle y la tocas apenas con el pie para moverla o al más mínimo roce pega unos gritos y llantos cómo si le hubieras dado una paralítica! Entonces la gente va por la calle y te mira como que estás castigando a la pobre perrita indefensa, pero si es todo teatro! Ella solo quiere victimizarse.
Yo tengo la teoría de que además de los celos, Akira es la más afectada por vivir en un apartamento porque así como la ven es la más salvaje y la que más espacio precisa. Ama estar al aire libre y acá no tiene el pasto verde para correr libremente ni puede jugar a cazar pájaros, con esas cosas ella se distrae y no está tan insoportable y propensa al stress.
Por lo general la medida que tomamos es llamarla, incluirla en los mimos y si aún así sigue con sus gruñidos la ponemos en penitencia sola en un cuarto pero ella igual sigue gruñendo sola.
Ahora está en celo y eso intensifica todo, su stress, su exageración y su victimización.
Pero este comportamiento de Akira llegó a su punto cumbre cuando estando atada en penitencia justamente por portarse horrible, Leela se le acercó y Akira la atacó con una furia tal que nos sorprendió demasiado. Fue como si en ese ataque hubiera expulsado todos sus celos acumulados en este tiempo. La empezó a morder y no la soltaba, a todo esto Leela solo lloraba y no se defendía. Aunque Leela ya está más grande que Akira e incluso tiene mucha más fuerza como para hacerle daño, es muy cachorra y creo que no entendía la agresión así que no atinó a nada.
Pobre Leela, terminó con la oreja rota con un agujerito de lado a lado que ya cicatrizó gracias al sulfatiazol en polvo que es una sustancia magnifica que hace que todas las heridas sequen y cierren rápido.
Luego de este episodio de violencia descontrolada por parte de una Akira endemoniada e irreconocible, solo atinamos a ignorarla por completo por unos días. Ella venía a nosotros en actitud de perdón, pero no era suficiente, se había descontrolado.
Es muy probable que el hecho de estar en celo haya determinado la furia en el ataque, pero no es motivo para justificarlo, no quiero que mis perras se peleen así, pues tienen que aprender a convivir!
Sasha y Akira ya se han agarrado, al principio las separabamos pero ya no, aunque sea un momento feo hay que dejar que ellas lo solucionen y todo quede en armonía, porque tampoco es que se den a matarse.
Todo este tema nos recuerda Akira está más que pronta para ser castrada y creo que voy a aprovechar mi próxima licencia para ocuparme de eso.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
El "celo" y los celos
Publicado por Aurora en 10:11
Etiquetas: Akira, celos, convivencia canina, el celo en las perras, peleas entre perras
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